Hacer limpieza cuando la guerra ha terminado
En el pequeño pueblo de Brassica, situado en el paÃs minero del Tigris, los habitantes seguÃan holgazaneando, negándose a salir de la cama incluso después del amanecer.
Ya era invierno, lo que significaba que esta región del norte estaba enterrada en un grueso manto de nieve.
Las patatas plantadas en otoño ya habÃan sido cosechadas, y el ganado habÃa sido sacrificado y convertido en salchichas y carnes secas. Estaban preparados para la llegada del invierno, lo que significaba que no tenÃan motivos para levantarse temprano para terminar sus tareas. De hecho, los padres gritaban a sus hijos para que durmieran dentro en lugar de jugar en la nieve, ya que eso significaba ahorrar la comida y la leña.
El silencio del amanecer en Brassica fue roto por un aullido bestial.
"¡Grroaaaaaar!"
Las paredes de sus casas comenzaron a temblar violentamente, dejando caer la nieve de los aleros. El jefe de la aldea despertó del sueño, levantándose de la cama. Abrió de golpe las persianas de madera para observar su entorno. Lo que vio le heló hasta la médula; su corazón casi dejó de latir en su pecho.
En un campo, un oso gris se dirigÃa hacia el pueblo, haciendo crujir la nieve bajo sus pies.
Un oso normal habrÃa sido un visitante bienvenido ── los hombres se habrÃan apresurado a prepararse para la caza, ansiosos por la oportunidad de reforzar sus reservas para el invierno. A diferencia del denso bosque, el campo habrÃa ofrecido a los hombres suficiente confianza para rodearlo y trabajar juntos para abatirlo.
Sin embargo, esta criatura tenÃa un pelaje afilado como una lanza y largas garras que se curvaban como guadañas. Era mucho más grande que un oso normal.
"¡¿E-Es... un monstruo?!" El rostro arrugado del jefe de la aldea se hundió de miedo.
Al otro lado de las Montañas Matteral estaba la zona restringida ── un área repleta de monstruos mutados. Este habÃa encontrado el camino a la civilización en busca de comida.
Este era el tercer ataque de monstruos que el jefe de la aldea habÃa experimentado en sus sesenta años. El primero fue en el verano de su infancia. El segundo, en el otoño que marcó el nacimiento de su hijo, cuando habÃa cumplido veinticinco años.
Recordaba haber temblado de miedo, escondido en el pequeño sótano de su casa, mientras la criatura asolaba los campos sin cosechar. Recordaba el segundo ataque como si hubiera ocurrido ayer, aunque hubieran pasado más de treinta años.
"Esto es malo..." La sangre se escurrió de su rostro, dejándolo más blanco que la nieve.
Arrasar los campos habÃa satisfecho a los monstruos en los dos últimos incidentes; los aldeanos se habÃan librado. Claro, casi habÃan muerto de hambre, pero habÃan persistido.
Sin embargo, ahora era invierno. Los campos eran estériles.
El oso gris seguramente devorarÃa las patatas guardadas en los sótanos y el lobo los lechones guardados en las cabañas, antes de dar caza a los aldeanos escondidos en sus sótanos y masacrarlos hasta que no quedara ni un solo humano.
"E-e-e-estamos muertos... ¡Esa cosa nos va a matar!", gritó el jefe, con las rodillas cediendo.
"¡Mantén la calma, papá!" Su hijo adulto salió corriendo de su habitación.
Era un bebé cuando el último monstruo atacó, por lo que no recordaba nada del suceso. No le invadió el miedo. Reprendió a su padre con serenidad.
"¿Recuerdas lo que la Diosa nos dio para momentos como éste?"
"¡Ah! ¡Tienes razón!"
El jefe se acercó a la cómoda y rebuscó en el cajón superior hasta sacar una bonita caja de madera. Dentro habÃa un cristal ── del tamaño de un puño, perfectamente translúcido.
Un conductor mágico.
Lo habÃan recibido de la Diosa hacÃa un mes. Nadie habrÃa predicho que lo necesitarÃan tan pronto.
"Um... ¿Cómo usamos esto...?"
"Si mi memoria no me falla, creo que activa el hechizo de Telepathy en cuanto lo carguemos de magia. Creo que lo único que tenemos que hacer es que la gente lo toque y pida ayuda", recitó el hijo; su padre parecÃa apenas recordar.
"¡Hagámoslo!"
El jefe reunió a su hijo, su nuera y sus hijos, y les ordenó que tocaran juntos el conductor mágico. En ese momento, la magia salió disparada de sus cuerpos, haciéndoles temblar y sentirse débiles en las rodillas.
El conductor mágico activó el hechizo de Telepathy que tenÃa impreso.
"¡Por favor, ayúdanos!"
"Hay un monstruo en nuestro pueblo. Por favor, sálvennos".
La familia gritó desesperadamente en el cristal, mientras podÃan oÃr las patas del oso crujiendo en la nieve, acercándose lentamente a ellos. Se volvió hacia la cabaña con su ganado, levantó las garras como guadañas y ──
"Un oso, ¿eh?", señaló una voz grave.
El suelo empezó a retumbar.
"¡¿Groooaaa ──?!", rugió el oso.
El jefe apartó la mano del conductor mágico por sorpresa y arrastró su fatigado cuerpo hasta la ventana. Cuando se asomó asustado, vio a un gigante de piel azulada de pie sobre un campo de nieve blanca.
Era el padre de la nueva diosa, el Rey Demonio, que habÃa derrotado a Elazonia.
"¡Rey Demonio Azul!"
La familia del jefe gritó de alegrÃa porque alguien habÃa venido a salvarlos. Sin hacerles caso, el Rey Demonio Azul Ludabita esperó pacientemente a que el oso gris al que habÃa golpeado se volviera a levantar.
"¡Grrrrr!"
"¿Hmm? ¿No quieres tirar la toalla? Me encanta que tengas esas ganas de luchar en ti".
En lugar de girar la cola y correr, el oso gris se mantuvo firme, dejando salir un gruñido bajo, ganándose los elogios del Rey Demonio.
El Rey Demonio Azul cargó su puño con más fuerza. "Lo menos que puedo hacer es darte una muerte indolora".
"¡Grooooaaar──!" gruñó incomprensiblemente el oso gris antes de lanzar su cuerpo contra el Rey Demonio.
Sin embargo, su piel azul bloqueó unas garras tan afiladas como para cortar troncos de árboles. Su puño aplastante como un diamante se estrelló contra el afilado pelaje del oso, rompiendo su cráneo en pedazos.
"¡¿──?!"
La bestia sin cabeza no parecÃa darse cuenta de que estaba muerta, agitando sus miembros por última vez en su vida antes de desplomarse en la nieve, para no volver a moverse.
"Ese es el Rey Demonio Azul..."
La familia se habÃa puesto rÃgida como si fuera de hielo, intimidada por su poder.
De repente, el espacio sobre su cabeza se deformó, produciendo una joven de pelo negro──Rino.
"¡¿Waaaah?!" La gravedad comenzó a tirar de ella hacia abajo.
"Vaya, vaya. ¿Estás bien?" Su padre la cogió suavemente entre sus musculosos brazos.
"Tee-hee. Mis hechizos de Teleport nunca van tan bien como los tuyos, papá". Pisó suavemente la nieve, sonriendo tÃmidamente.
El Rey Demonio la miró, preocupado. "Puedo encargarme de todo por mi cuenta, asà que deberÃas descansar un poco".
"Pero a veces tienes las manos llenas, papá. Quiero ayudar. Y..."
Rino hizo una pausa, mirando a su padre con una expresión indomable.
"Estoy cansada de que tú y Shinichi me protejan".
Su debilidad le habÃa costado la vida de un amigo. No pudo rescatar a la única persona que necesitaba ser salvada. Para evitar que se repitiera esa tragedia, necesitaba ser más fuerte en cuerpo y mente.
Las lágrimas brotaron de los ojos de su padre al ver la tenacidad de su querida hija.
"Verte crecer asà me hace el hombre más feliz del mundo".
"Oh, papá. Eres tan dramático".
Mientras le daba un abrazo de oso, llorando lágrimas de alegrÃa, desprendÃa el aura intimidatoria de quien ha matado a un monstruo de un solo golpe.
Al presenciar esto, la familia del jefe dejó escapar un enorme suspiro de alivio y empujó la puerta para saludarlos.
"Rey Demonio Azul, Diosa Rino, permÃteme expresar nuestra gratitud por su ayuda", dijo el jefe de la aldea en nombre de todos.
Los aldeanos se arrodillaron tras él.
Rino sonrió torpemente. "Sólo estoy echando una mano. Y no soy una diosa ni nada tan magnÃfico. Por favor, sean menos formales conmigo".
"Qué humilde..."
"¿Alguien herido o alguna baja? Oh, no estoy tratando de cobrarte dinero. Nada es más valioso para mà que una sonrisa".
Rino no estaba siendo bromista. Nada le daba más alegrÃa que ayudar a los demás sin ningún compromiso.
Pues bien, el astuto Consejero que la animó a aceptar este puesto no tenÃa más que segundas intenciones.
Como dijo una vez el astuto Consejero: "No hay nada más caro que algo gratuito. Si pagas a alguien por salvarte la vida, ves sus actos como un trabajo más. Pero si no hay forma de pagar a tu salvador, estás en deuda con él de por vida. Bueno, excluyendo a la escoria ingrata".
Nadie ── ni Rino ni los aldeanos ── le habÃa oÃdo decir eso en voz baja.
Además, como ciudadanos comunes y corrientes, la gente de Brassica tenÃa la propensión a sentirse en deuda con los actos de bondad.
"El Santo tenÃa razón... El amor es libre..."
"¿Hmm?"
"¡La Señora Rino es la única y verdadera Diosa!"
"""¡Viva la Diosa! ¡El amor lo es todo!"""
"¡¿Qué?!"
Los aldeanos comenzaron a corear las palabras sagradas difundidas por un santo perverso.
Rino se aferró al brazo de su padre, alarmada, y le reclamó. "¡Papá, diles que no soy una diosa!"
Sin embargo, el Rey Demonio sonreÃa con suficiencia, feliz de ver que adoraban a su amada hija.
"Humanos, les insto a que difundan la existencia de mi hija por todos los rincones del mundo. A cambio, ¡prometo que protegeré sus vidas!"
"...¡¿Papá?!"
"""¡Raaah! ¡La Diosa Rino es la mejor! La ternura es justicia"""
Nadie escuchó las desesperadas súplicas de Rino para que se detuvieran mientras sus cánticos reverberaban por los blancos campos de nieve.
Los demonios habÃan conseguido reconstruir el castillo de Dog Valley, que Elazonia habÃa arrasado dos meses antes y que ahora se encontraba bajo una capa de nieve.
El comedor acogió el regreso del Rey Demonio y de Rino, que habÃa terminado de cazar al monstruo en la Aldea Brassica.
"Bwa-ha-ha. ¡Eso fue fácil!"
"Estamos en casa..."
Cuando Shinichi Sotoyama vio que el Rey Demonio sonreÃa de oreja a oreja a su fatigada hija, el astuto Consejero captó que algo debÃa haber ocurrido en su viaje.
"Bienvenido de nuevo. Parece que te han vuelto a adorar".
"Es que ahora somos muy famosos", añadió Arian con una sonrisa dolorosa. La pelirroja medio dragón era sensible a estas cosas.
Después de todo, se habÃa dado a conocer como la heroÃna que habÃa derrotado a Elazonia, por lo que era asaltada por fans cada vez que iba a la ciudad.
"Supongo que es mejor que no nos tengan miedo, pero me gustarÃa que nos trataran con normalidad".
"SÃ... Sólo quiero que seamos amigos...", aceptó Rino, con los ojos llorosos.
La doncella elfa oscura estaba preparando el desayuno ── sopa y pan── delante de ella.
"SerÃa difÃcil conseguir que dejaran de hacerlo", comentó Celes. "Los humanos están totalmente convencidos de que Lady Rino es su salvadora".
La doncella parecÃa tan orgullosa como el Rey Demonio. Después de todo, se sentÃa muy bien que su ama ── a quien veÃa básicamente como su hermana menor ── fuera venerada por los humanos.
"Además, ¿no es esto lo que Lord Shinichi planeó?"
"¿PodrÃas dejar de echarme la culpa de todo?" protestó Shinichi, pero fue él quien sugirió que suministraran los conductores mágicos para el contacto de emergencia con los pueblos cercanos.
Sin Elazonia, los héroes habÃan perdido su inmortalidad, lo que significaba que evitaban luchar contra los monstruos como la peste.
Obviamente, habÃa héroes valientes que seguÃan dando una buena batalla, asà como cazadores de monstruos y ejércitos desplegados por otros paÃses que, de todos modos, nunca habÃan tenido el lujo de la inmortalidad al luchar contra los monstruos. No es que las bestias hicieran lo que quisieran.
Dicho esto, ciertamente habÃa menos gente capaz de luchar contra los monstruos. Las grandes metrópolis con fuerzas defensivas podrÃan resistir por sà solas, pero era fácil imaginar que los pueblos más pequeños se llevarÃan la peor parte.
De ahà la decisión de Shinichi de distribuir los conductores mágicos.
Su razonamiento era obvio: mejorar la opinión pública de los demonios.
Aunque los demonios han ganado reputación después de acabar con el "Dios del Mal" Elazonia, la gente no ha dejado de desconfiar de ellos por completo, reflexionó.
De hecho, todo lo contrario. ExistÃa la posibilidad de que los humanos se unieran para atacar a los demonios ── su más reciente amenaza ──, ya que eran lo suficientemente poderosos como para derrotar a Elazonia.
Para cambiar la situación a su favor, los demonios no sólo debÃan derrotar a los monstruos para demostrar que eran aliados de la justicia, sino también mostrar a la "Diosa Rino" ── alguien casi demasiado lindo para ser un demonio ── mientras curaba al público y los entretenÃa con sus canciones.
Me siento fatal, pero tendrá que seguir actuando asà por el momento.
Bueno, una pervertida ya se habÃa encargado de hacer correr la voz, y el acto de heroÃsmo de Rino habÃa sido transmitido a todo el continente, lo que significaba que Rino ya era un dios a estas alturas sin mucha intervención por parte de Shinichi.
¡Asà es! ¡Todo esto es culpa de esa pervertida! gritó Shinichi internamente.
Celes leyó sus pensamientos. "¿Y quién fue el que la convirtió en una degenerada?", preguntó telepáticamente. "¿Quién la dejó crear su pequeña religión? ¿Quién transmitió los acontecimientos a todo el continente? ¿No fuiste tú?"
Asume alguna responsabilidad, quiso decir ella, pero Shinichi la ignoró.
Hablando de la Santa Sanctina, ella ya habÃa comenzado su pequeño sermón en el Reino Boar, habiendo salido temprano en la mañana para hacer su viaje al sur. Ciertamente, ella sabÃa cómo montar un acto, lo que permitió a su religión hacer movimientos en el paÃs.
"Ya he ideado un plan para que hagas amigos. ¿Te importarÃa jugar a la diosa por el bien público?"
"Si es por ti". Rino asintió, sonrojada, mientras Shinichi le acariciaba el pelo.
Al lado de Arian, que hacia un puchero con la cara, el Rey Demonio parecÃa descontento con este giro de los acontecimientos.
"Puedo aceptar que los humanos alaben a Rino, pero no me gusta que pidan ayuda a gritos sin ni siquiera intentar acabar con un monstruo. DeberÃan luchar, aunque les cueste un brazo o una pierna".
"No seas ridÃculo", advirtió Shinichi.
El Rey Demonio tenÃa que dejar de evaluar el mundo según los estándares de los demonios.
Respondió con rabia. "¡Pero todas estas llamadas de emergencia me quitan tiempo para jugar con Rino!"
"¡Siempre se trata de eso!"
"Papá..."
Shinichi y Rino estaban empezando a cansarse de este padre helicóptero[1], uno que priorizaba el tiempo con su hija sobre la vida de las personas. Dicho esto, habÃa una pizca de verdad en su afirmación.
"Ahora no es una locura ── sólo dos veces al mes ──, pero imagino que nos veremos desbordados cuando otras zonas soliciten nuestra protección", dijo Shinichi.
Por el momento, los únicos dos paÃses con conductores mágicos eran el paÃs vecino Reino Boar y el paÃs aliado de Tigris.
No querÃan excederse, ya que no sabÃan la frecuencia con la que los monstruos eran vistos en estas zonas. Sin embargo, esa no era la única razón para limitar las áreas. PodrÃan catalizar una guerra si llegaban a territorios desconocidos.
Los ciudadanos aceptarÃan fácilmente recibir la protección del Rey Demonio y de Rino, siempre que no fueran fanáticos. Pero no serÃa tan fácil con la clase dirigente.
Noblesse oblige. La realeza cobraba impuestos al pueblo porque tenÃa la responsabilidad de garantizar la seguridad de sus súbditos. Un nuevo guardaespaldas ── el Rey Demonio ── significaba que los ciudadanos pensarÃan que la realeza servÃa de poco.
SerÃa imprudente para la clase dirigente dejar que el Rey Demonio interviniera en sus asuntos. ¿Qué pasarÃa si sus súbditos comenzaran a apelar al Rey Demonio para que los salvara del gobernante corrupto?
Sólo funcionó con Tigris porque hemos estado en buenos términos y con el Reino Boar porque tienen miedo de resistirse después de ver al Rey Demonio de primera mano. En cualquier otro lugar se iniciarÃa una guerra innecesaria.
Por desgracia, no habÃan muchos gobernantes lo suficientemente cobardes como para rendirse sin luchar o lo suficientemente inteligentes como para reconocer que no podrÃan ganar.
Aunque significara ayudar a la mayorÃa, derrocar a los pocos miembros de la realeza era un acto que supondrÃa una pesada carga para la bondadosa Rino. Además, Shinichi no era lo suficientemente amable ni arrogante como para querer salvar a toda la gente del mundo.
No puedo quedarme de brazos cruzados si hay una masacre o algo asÃ, pero no tiene ningún mérito ampliar nuestro alcance de otro modo.
Los demonios habÃan cumplido su objetivo original de procurarse comida decente importando productos del Reino Boar y de Tigris.
EstarÃa dispuesto a ir a la guerra por arroz y pescado fresco...
"Te has vuelto a distraer, Lord Shinichi", le advirtió Celes, haciéndole volver a la realidad, mientras le ponÃa un vaso de agua delante. TenÃa la mala costumbre de perderse en sus pensamientos.
"Ups. Culpa mÃa". Shinichi se hidrató la garganta reseca con un trago de agua frÃa.
"Hay dos maneras de reducir estas peticiones. Una forma es que usted vaya a la zona restringida y disminuya la población de monstruos, Su Alteza".
"Hmm. Una propuesta decente". El Rey Demonio parecÃa estar de acuerdo, aunque sólo significaba acumular trabajo antes de tiempo. "He estado entrenando más duro desde que perdà contra Elazonia, pero creo que estoy en mi lÃmite superior. Esto serÃa un buen cambio de ritmo".
"¿TodavÃa consideras eso como una pérdida...?"
"Naturalmente. Ni siquiera necesito hablar de la batalla cuando Rino fue tomada como rehén. Y la segunda apenas fue una victoria". Arrugó la frente.
Arian sonrió incómodo. "No me siento precisamente orgullosa cuando pienso en esa victoria. Yo no lo llamarÃa una pelea de tres contra uno, sino más bien un combate cuerpo a cuerpo ── de diez mil contra uno".
Técnicamente, tres individuos ── Arian, el Rey Demonio y Regina ── intercambiaron golpes con Elazonia, pero Celes, Sanctina y hordas de humanos y demonios fueron los que difundieron el conocimiento de la verdadera forma de la "Diosa" y cerraron su suministro de magia.
"No es la verdadera fuerza a menos que ganes en una lucha justa ── uno contra uno", dijo el Rey Demonio.
"Entiendo tu punto de vista".
Pero una victoria es una victoria, ¡incluso si haces los trucos más sucios del libro! añadió Shinichi internamente, que era precisamente lo que le diferenciaba del Rey Demonio.
"Nunca podré desafiar al Dragón Rojo si ni siquiera puedo superar a Elazonia".
El Rey Demonio apenas pudo esperar.
"Asà que no te has olvidado de eso..." Arian hizo una mueca.
No podÃa imaginarse a nadie ganando contra el Dragón Rojo ── su padre y un Proxy[2] del Planeta ──, pero habÃa una parte de ella que esperaba y temÃa que el Rey Demonio Azul lograra herirlo, aunque una bomba nuclear hubiera fallado.
"Por encima de todo, no quisiera que mi esposa se avergonzara de mis habilidades".
"Me pregunto qué estará haciendo mamá ahora mismo...", reflexionó Rino, con el rostro nublado.
Su madre ── Regina, la Princesa Azul de la Guerra ── habÃa emprendido otro viaje tras acabar con Elazonia. No era más que su pequeña manÃa, pero no aliviaba el corazón de Rino, sabiendo que su madre estaba tratando de encontrar al Dragón Blanco y al Dragón Verde en el continente de Uropeh.
"Espero que no esté molestando a otros humanos..."
"Oh, eso es lo que te preocupa". Shinichi se rió. Rino debió suponer que Regina estaba bien.
"De todos modos", se volvió hacia el Rey Demonio, "si puedes entrenar sacrificando algunas bestias, ayudarÃa a reducir los ataques de monstruos en las aldeas cercanas. Obviamente, con moderación. No querrÃamos que destruyeras el ecosistema".
"Déjalo en mis manos. ¿Cuál era la segunda opción?"
"Simple. Los humanos pueden fortalecerse lo suficiente para vencer a los monstruos. Ya estoy trabajando en esa teorÃa".
Celes le acercó el abrigo y la bolsa desde la esquina del comedor cuando vio que se ponÃa en pie.
"¿Vas a salir con Celes otra vez?", preguntó Rino.
"SÃ, hoy vamos a Tigris y a la Ciudad Santa".
"Hmph. Siempre sales por ahÃ...", hizo un mohÃn Rino, ya que invadÃa su tiempo de juego.
"Es extraño que estemos más ocupados ahora que las cosas están tranquilas", observó Arian, frunciendo los labios y deseando pasar más tiempo con Shinichi.
Él sonrió disculpándose. "Se puede hacer un lÃo en un instante, pero se necesita tiempo para limpiarlo".
La derrota de la diosa que habÃa controlado el continente habÃa desencadenado un efecto dominó de cambios, para bien o para mal. Era mucho más difÃcil construir la paz en esa situación que iniciar la guerra.
"Bueno, me ocuparé de lo peor para la primavera. Entonces podremos hacer un picnic bajo las flores".
"¿Bajo las flores?", preguntó Rino.
"¡Haremos una gran fiesta y comeremos bien!"
"¡Eso suena divertido!" Rino gritó encantada.
"¿PodrÃas pensar en el menú, Arian?"
"¡Dalo por hecho!" Arian pareció sentarse más erguida.
Tras saludar a las dos chicas, Shinichi se puso el abrigo y salió del comedor.
Celes lo siguió.
"Tus preocupaciones nunca terminan", le susurró al oÃdo.
"Es parte del trabajo de un consejero".
Mientras avanzaban por el pasillo, Shinichi se lamentaba de que lo único que querÃa era darse un largo baño en una fuente termal para relajarse. ParecÃa un empleado con exceso de trabajo.
[1] SB: Hay un episodio de los simpsons donde hablan de esto y si no lo han visto pues se trata de padres que están detrás de cada acción de sus hijos supuestamente “por su bien”
[2] SB: Se traduce como apoderado, en otras palabras, es alguien que obedece los deseos del planea, ya que si recordamos, se dejo en claro que el planeta es literalmente un ser vivo con mente propia
Perdonen la ilustración ya que las saco de los raws en japones y me da pereza hacer la edicion para subirlo aquà al blog, debo decir que ando pensando en retomar la pagina de wix y dejar las publicaciones de algunos capÃtulos o partes esporádicas por aquÃ